jueves, 6 de diciembre de 2012

Cómo representar una Dictadura



Este texto de opinión lo escribí hace unos días para el trabajo final de la cátedra de Producción de Textos, de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP. Acá está el original. El trabajo, en general, constaba con escribir una serie de textos de diversas características (narrativo, de opinión, informativo, poético, etc) sobre una obra artística en el marco de la cultura latinoamericana. La elegida por mi grupo fue Los 80, la serie que transmite Canal 13.

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La dictadura de Augusto Pinochet, que gobernó Chile desde el violento golpe de Estado el 11 de Septiembre de 1973, hasta marzo de 1990, es considerado uno de los regímenes más sanguinarios y violentos de la historia del siglo XX. Si bien se enmarca entre una cantidad de hasta 10 situaciones simultáneas similares en la región, de todas las dictaduras militares que se dieron en Latinoamérica en la segunda mitad del siglo pasado, es la dictadura chilena la que ha sobresalido, principalmente porque fue la más larga, y especialmente por los niveles de violencia que alcanzó. Pinochet se encargó de llenar el mundo de chilenos en el exilio, que dedicaron sus años a denunciar lo que estaba pasando en su país. Pero mientras la atención se quedó en las desapariciones, torturas, secuestros y asesinatos, la dictadura operaba su verdadera victoria. La derrota a la dictadura chilena se transformó en sacar a Pinochet del poder, para que en Chile ya no se matara más; pero la violencia que las Fuerzas Armadas ejercieron en su régimen, no se quedó solo en las violaciones a los Derechos Humanos. La dictadura chilena fue artífice del primer experimento político, social, y económico, escenario real de la tesis de un grupo de estudiantes chilenos de la Universidad de Chicago, que bajo la tutoría de Milton Freedman, instalaron por primera vez, y en base a una doctrina del shock y el terror, el neoliberalismo. La victoria de la dictadura entonces, se tradujo en su profundo arraigo en la institucionalidad y marco legal chilenos, dejando amarrada incluso una constitución que hasta el día de hoy está intacta. Chile se transformó entonces en el país modelo del sistema capitalista occidental, y la sociedad chilena se transformó en una sociedad de consumo. ¿Cómo se representa esto? ¿Cómo puede el arte explicar estas transformaciones, a un nivel que sea fiel con la realidad?

La serie de televisión “Los 80”, que ya cumple 5 años al aire por televisión abierta, nos narra la historia de una familia de clase media resistiendo los embates de una época convulsionada por la violencia política de la dictadura de Pinochet. Encontramos en esta serie de televisión, una representación sorprendentemente fuerte de la época, con sus desgracias y alegrías, que ha logrado superar las limitaciones del rating y los índices económicos propios del medio, para mantenerse como líder en sintonía, en horario de estelar, y con éxito de crítica. Pero el acierto de “Los 80” no radica en su categoría de éxito televisivo, sino en su capacidad de articularse como universo representador de una herida aún abierta en una sociedad que encontró en ésta su vía de escape para mirarse a sí misma. Su éxito recae en la capacidad que tuvo de conectarse con la realidad que a miles de chilenos, más allá de su grado de militancia o claridad ideológica, les tocó vivir; capacidad que supo aprovechar la vitrina televisiva, pues no es lo mismo hacer una película, con tiempo acotado, que será vista por, a lo sumo, unos miles de espectadores, que hacer una serie televisiva de cinco años, vista por cientos de miles cada domingo por la noche.

Desde el principio, la serie se la jugó por dar esbozos de la situación social y política chilena, acorde a las fechas en las que la historia comienza; el año 82, donde transcurren los capítulos de la primera temporada, estuvo marcado por la grave crisis económica que llevó al régimen militar a comenzar a implementar las reformas necesarias para instalar el nuevo sistema político-económico. El desempleo, las incipientes protestas, las privatizaciones, la llegada de nuevas tecnologías extranjeras y la aparición de los créditos, son algunas de las cosas por las que pasa la familia Herrera en los comienzos de la serie, y que a la vez son los síntomas que experimentó la sociedad en su conjunto, como resultado de los cambios políticos y económicos que se estaban llevando a cabo. La llegada de un televisor como gran alegría para la familia, se contrasta con la súbita pérdida de trabajo del padre de familia, y los posteriores conflictos que tiene al intentar defenderse con su sindicato. La crisis económica es el eje de la primera temporada, y apertura para lo que vendría después.

Durante los años 83 y 84, debido a la grave crisis económica, los chilenos comenzaron de a poco a perder el miedo a los militares, y comenzaron a salir a la calle, comenzando una segunda ola de represión, casi más sanguinaria que la primera; mientras los primeros siete años de la dictadura fueron de desapariciones, secuestros y allanamientos por la noche, y mucho silencio, la década de los ochenta fue de combate en la calle, asesinatos a la luz del día, y muchos enfrentamientos entre civiles y la policía militar. En la serie, la hija mayor, estudiante universitaria, comienza paulatinamente a verse envuelta en las protestas, a las que apoya a pesar de la preocupación de los padres. Es así como comienza una relación con un militante de una organización clandestina llamada el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (brazo armado del Partido Comunista), y se ve envuelta en los devenires del enfrentamiento directo con la dictadura; se van al exilio, separándose de su familia, y cuando ella y su novio vuelven a Chile, ella es secuestrada por un agente de la policía secreta de Pinochet que se había hecho pasar por hermano perdido del padre de la familia, y el novio militante es asesinado. Cuando ella vuelve a su hogar, el agente deja abierta la amenaza de la vigilancia y la represión estatal. Así, durante todo este arco argumental, la serie alcanzó su máximo compromiso con la realidad de la época, al mostrar explícitamente secuestros, allanamientos, enfrentamientos armados, escenas de torturas y asesinatos, todo hábilmente mezclado con las imágenes de archivo característicos de la serie, y articulado con hechos históricos reales.


Paralelamente al desarrollo de la trama, a ese nivel político, la serie nos narra transformaciones más sutiles tanto en las dinámicas sociales, como en las subjetividades de los personajes. Juan Herrera, el padre de familia, trabajador esforzado, nos sirve de ventana para entender cómo la clase trabajadora se desbarató a manos del desempleo, se descabezó políticamente, y quedó a merced de la ola neoliberal. Así, Juan pasa de ser capataz de una fábrica textil, a vendedor en una tienda de ropa, y luego a dueño y administrador de su propia y modesta fábrica de textiles. Los valores del libre mercado instalados en la época, se ven reflejados en el arco argumental del personaje, que en circunstancias de no encontrar trabajo, recurre a la empresa y el comercio, como miles lo hicieron en la época, buscando la forma de salvar la crisis.

La despolitización es otro de los factores en los que la serie acierta. La dictadura atacó no sólo a las orgánicas políticas de izquierda, sino que también al propio ejercicio de la política en lo cotidiano, a través del miedo. Así es como Ana, la madre, cuya preocupación máxima es la seguridad de sus hijos, tiene miedo incluso de mencionar temas políticos. Rehúye los debates, y es reacia a las ideas que su hija tiene. Cuando en la radio aparecen noticias de carácter político, y Claudia, la hija, comienza a tocar el tema, Ana apaga la radio. Y es que ella es víctima también del bombardeo cultural que la dictadura instaló; al cercenar a los artistas populares, comprometidos política y socialmente, los medios de comunicación masivos, cercanos al régimen, abrieron la época de los estelares televisivos, los concursos de belleza, y las bailarinas. Ana, como la mayoría de dueñas de casa, es espectadora de un entramado cultural destinado a despolitizar y desinformar. Pero toda esta imposición tiene su resistencia.

Martín, el segundo hijo, tiene como sueño entrar a la escuela de aviación de la Fuerza Aérea. En los comienzos de la serie, debido a su vocación, tiene ciertas ideas y posturas afines al régimen militar, y por ello discute mucho con su hermana Claudia. Pero debido a un accidente, queda imposibilitado de ser piloto, y cae en una depresión que lo llevaría a acercarse a malas influencias y ambientes turbios. Es en esta misma situación que, de pronto, se encuentra con toda una cultura underground que por sí misma intenta resistir los embates de la dictadura; conoce al grupo “Los Prisioneros”, banda emblemática de la juventud ochentera, cuyas letras de denuncia social son himnos hasta el día de hoy. Martin entonces se involucra en este ambiente, y comienza a ver en carne propia la violencia de la dictadura, cuando comienza a trabajar de camarógrafo en un canal independiente que envía material fílmico al extranjero. Este arco argumental nos presenta a una juventud que se negó a alimentarse de la cultura impuesta, y comenzó a generar los focos de resistencia que estallarían en los años venideros.


La dictadura chilena se acabó cuando Pinochet decidió volver a legalizar a los partidos políticos opositores, con excepción del Partido Comunista, y juntos convocar a un plebiscito donde se decidiría si él seguía en el gobierno o no. La sociedad entera se volcó a votar que No, y Pinochet entregó el mando al presidente siguiente, comenzando la “transición a la democracia”. La dictadura chilena, así, perdió en las urnas, pero ganó en todo lo demás, pues este final pactado fue el acuerdo que necesitaba la derecha para poder consolidar los cambios políticos e institucionales que la dictadura fraguó durante los ochenta. Hasta el día de hoy, la constitución y el marco legal que Pinochet instaló hasta el último día de su régimen, siguen vigentes. La sociedad chilena, tal como lo es hoy, es producto de este régimen, y de su legado. El gran valor que tiene “Los 80”, es haber sido capaz de imponerse por sobre lógicas del negocio, y lanzarse a mostrar una época tal cual lo fue: sin caer en el lugar común de poner a la lucha contra la dictadura como un enfrentamiento entre el bien y el mal, y sin caer tampoco en la omisión de la situación política, reduciéndose a una telenovela de nostalgia generacional, fue capaz de conjugar todos los niveles de la violencia pinochetista, en una sola familia, que los enfrenta con la fuerza que la sociedad chilena enfrento a la dictadura durante 17 años. Todo esto, en horario estelar, y con el más alto rating, prueba de que los chilenos no sólo ven una serie, sino que ven un espejo, y por lo tanto en el fondo, adentro de la sociedad de consumo instalada, hay resistencia también.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Sobre por qué soy crítico con la Teletón

La excusa perfecta para revivir este blog, es obviamente, el tema del momento: la Teletón. Ya que cada año son más los "conflictos" que van apareciendo respecto a este evento, lo que hace, lo que dicen que hace, y lo que significa, que me pareció interesante lanzarme a recolectar los argumentos por los que creo que la Teletón no es la solución mesiánica, ni el clímax de la solidaridad. Y como pareciera que el tema saca cada vez más adeptos y detractores, vamos a ver si esta entrada aporta en un granito de arena a los que estamos del lado de los detractores.

Antes que todo, aclaro que no soy ningún anticristo, que odia a los discapacitados, y que odia la solidaridad y a los niños. Cada vez que digo, o alguien dice, que no está de acuerdo con la Teletón, o con parte de ella, salta una horda de fanáticos de la solidaridad a culparte de insensible, criticón, mala onda, sin corazón, desalmado, o cosas por ese tipo. Así que parto por aclarar algo básico para poder discutir en paz: estar en desacuerdo con la Teletón no es estar en desacuerdo con la rehabilitación de niños con capacidad reducida. Al contrario, es un intenta de mantener en el debate un tema que, a nuestro juicio, está mal tratado como sociedad; es querer buscar mejores formas de ayudar a esos niños. Con eso dicho, quisiera hacer otra acotación. Ya que hoy en día a los que les faltan argumentos o capacidad de debatir ideas, les gusta hacer como que los argumentos de uno son inválidos porque no tienen un número o una estadística, voy a complementar lo que digo con fuentes periodísticas, o videos, al final de la página. Así que, si piensa responder, hágalo sabiendo que ignoraré cualquier comentario como los que acabo de describir.

Lo primero es lo primero. La Teletón es un evento que dura 1 día al año. La gente va y dona su dinero que con esfuerzo se gana, durante todo ese día, y se siente tranquila consigo misma. "Ayudé", "Vamos a cumplir la meta", dicen auto complacientemente. El resto de 364 días del año, la cuenta 24.500-03 sigue abierta, y nadie, nadie considera la opción de donar su dinero en esos días. ¿Porqué? ¿Cual es la diferencia entre donar el día que se hace la Teletón, y cualquier día del año? La diferencia es, honestamente, que cualquier otro día del año, el tema no le importa a nadie. Nadie ni si quiera lo piensa. Y por eso, la Teletón tiene un efecto nefasto, y es que hace que la sociedad completa se sienta satisfecha con el trabajo hecho durante las 27 horas de amor, y el resto del año no haga un comino por el tema en cuestión. Pero lo cierto, es que la Teletón no resuelve el total de los problemas de los discapacitados, ni de cerca. Entonces, en definitiva, la Teletón nos ciega ante la verdad de que como sociedad, no somos capaces de alcanzar un sistema de rehabilitación de la gente con discapacidad, sino que sólo un parche de un año de duración.

¿Pruebas? La Teletón sólo cubre a una mínima parte de la población con discapacidad (algunos dicen que sólo un 93%). Y sólo a niños. Entonces, no es de extrañar que el mismo día que comienza la Teletón, una protesta llevada a cabo por discapacitados organizados, declaraba su rechazo a la Teletón, por ocultar el verdadero problema: la falta de un sistema de rehabilitación y tratamiento real, que alcance a cubrir la demanda real. Cuando ocurrió esto, Cecilia Bolocco, que se dirigía a participar del espectáculo, arrolló con su auto a los protestantes con muletillas y sillas de rueda, mientras carabineros los reprimía violentamente. Mientras tanto, la gente veía en su casa la vedetón.

¿Porqué la Teletón no cubre a todos los discapacitados? Porque es una iniciativa privada, y por lo tanto, sus recursos no están destinados exclusivamente a la rehabilitación, sino que también a la propaganda, y gran parte a la maquinaria necesaria para realizar el show. También, dicen, a pagarle a los artistas y animadores que voluntariosamente y con todo el corazón, trabajan las 27 horas de amor.

Sea o no cierto esto último, la verdad es que los que realmente ganan con todo esto son las grandes empresas. La gente que realmente gasta, es la que menos tiene. La cantidad de dinero que donan las empresas y privados es ínfima, en comparación a lo que ganan con este negocio. Te dicen que compres sus productos, en supermercados y multi tiendas que no contratan a gente discapacitada; te dicen que dones en bancos cuyas sucursales, en muchas ocasiones, no tienen acceso a discapacitados; te dicen que la solución es un show una vez al año, en vez de tener un sistema de salud público que garantice el acceso a la salud a todos los chilenos, incluído el tratamiento a discapacitados.

La Teletón existe porque el Estado tiene una gran falencia, y no es de extrañar que ambos estén relacionados; la Teletón nace el 78, en plena dictadura, cuando los que pensaba Chile y el Estado lo estaban desmantelando. Cuando lo público se desmembraba en pos de la iniciativa privada, que no garantiza igualdad para todos, y cuyas acciones van de la mano con el generar excedentes y ganancias. Básicamente, se cambió la lógica de la colaboración y el colectivismo, por la lógica de la competencia y el individualismo; y la Teletón, está más del lado de esta última, a pesar del discurso de unidad de todos los chilenos, del grano de arena de cada uno, o de que "Chile un solo corazón". Patrañas, la Teletón funciona más como lavado de imagen, fuente de dinero para grandes empresas y personajes de la televisión, y parche mediático de un Estado que se achica cada vez más.

La gente que se siente solidaria, sensible y caritativa, cuando dona sus luquitas en el banco, y se pasea con su sticker de donante, ¿se conmueven cuando ven las imágenes de los niños mapuches baleados en el sur? ¿Son conscientes de eso? La mayoría hace como que eso no pasa, porque es un tema un poco serio, de política, aburrido. Eso es pura hipocresía. Si de verdad los moviera la solidaridad y la compasión, todos los argumentos anteriores serían suficientes para ser críticos a la Teletón, y no alabarla como el orgullo de Chile, el país solidario. Ser crítico, es aportar a buscar nuevas soluciones, mejores, más sinceras y efectivas. La solidaridad se practica todos los días del año, en trabajar y aportar para buscar un mundo mejor en todos los aspectos, desde la gente con discapacidad, a la represión al pueblo mapuche; desde la salud, a la educación. Y la raíz de los problemas radica, al final, siempre en lo mismo, aunque algunos no lo quieran ver.

Comparto algunos links en los que me baso para escribir esto:

http://www.theclinic.cl/2012/11/30/bancos-chilenos-tuvieron-utilidades-por-mas-de-70-veces-la-meta-de-la-teleton-entre-enero-y-octubre/

http://www.elciudadano.cl/2012/11/30/60918/critica-a-la-teleton-explota-en-redes-sociales/

http://www.biobiochile.cl/2012/12/01/rechazo-provocan-condicionamientos-de-compra-de-ripley-y-unimarc-para-donar-a-la-teleton.shtml

http://www.youtube.com/watch?v=cCeigbb5LeM

http://www.biobiochile.cl/2012/11/30/por-que-odiamos-a-la-teleton.shtml